miércoles, 11 de abril de 2007

SOBRE EL CAPITÁN GANGRENA

Roberto Echeto



Hace un tiempo, cada vez que alguien me preguntaba que qué proyecto literario tenía entre manos, le contaba el boceto de una historia protagonizada por un hombre al que le faltaba un brazo. Esa imagen vivió conmigo durante varios años y nada que podía hacerle la llave magistral que se le hacen a las anécdotas que nos rondan para someterlas y transformarlas en un relato. Este cuento era taimado. Cuando me le acercaba por la izquierda, me lanzaba una patada; cuando me le iba por la derecha, me mordía o me lanzaba un carajazo directo a la nariz. Si me le encimaba, se volvía tan baboso como un luchador de sumo, me cargaba en vilo, me lanzaba al piso y luego me escupía. Así viví lleno de morados y de costras durante mucho tiempo hasta que por fin se me ocurrió aplicarle el judo moral al bendito relato. De ese modo, me le acerqué y cuando vino él a atacarme, no hice nada. No me moví. No lo agarré. No me defendí. Ese fue el momento ideal para retratarlo y convertirlo en un cuento que leerán algún día.

La historia es más o menos así: un hombre (el capitán Salvador Méndez Smith) perdió su brazo izquierdo. Gracias a esa circunstancia, tuvo que abandonar el servicio activo en las Fuerzas Especiales, y terminó trabajando como asesor en la Central, la oficina de inteligencia que el nuevo gobierno creó para luchar contra los sediciosos que pretenden derrocarlo. Como era de esperarse, el capitán Méndez vive acomplejado por la ausencia de su brazo. Lo único que lo consuela es que sabe que no está solo, que su brazo, como un fantasma que clama venganza, lo acompaña noche y día.

Un día, el capitán Gangrena (como llamaron a Salvador sus antiguos compañeros de las fuerzas especiales) tiene que entrar en acción y no duda en apelar a su arma predilecta: el puñal. Y así, matando a quienes lo odian, vuelve a la vida el hombre del brazo invisible.

Es difícil precisar cuáles fueron las razones que llevaron a este servidor a escribir semejante cuento, pero puedo enumerar dos. La primera de ellas tiene que ver con un personaje que fue muy importante para mi hermano y para mí cuando éramos unos enanos. Se trata de Tele (su nombre completo era Telésforo), un tío muy querido a quien le faltaba un brazo.

Aquella ausencia que rompía la simetría corporal de Tele nos intrigaba mucho. Vivíamos preguntándole a él y a toda la familia que cómo había perdido su extremidad izquierda, y nadie nos contó nunca la verdad. Siempre nos mareaban con cuentos estrafalarios y divertidos en cuyos finales nuestro tío siempre perdía su brazo. Unas veces los culpables eran unos cocodrilos mal parados en la Cota Mil; otras un autobús que se llevó su brazo por no llevarlo dentro del carro; otras un tigre que entró a su casa para comerse a mi tía y a mis primas… Mi hermano y yo nunca supimos el porqué de su amputación y ya no queremos saberlo. Preferimos la leyenda.

Tele fue agente de la policía en tiempos de Isaías Medina Angarita y, más tarde (con o sin brazo, no lo sabemos), trabajó en la Seguridad Nacional. Sus últimos años, aparte de ayudarnos a mi hermano y a mí con los deberes escolares, los pasó trabajando como Contador en un taller mecánico de Maripérez. Era un hombre recio que nunca salía a la calle sin sus trajes y sus corbatas impecables, ni sin ponerse su prótesis de madera que remataba en una mano también de madera cubierta con un blanquísimo guante quirúrgico al que cambiaba todos los días.

Muchos años después que Tele murió, pregunté por esa prótesis a la que él llamaba «el guante». Mi tía dice que la regaló. Siempre he pensado que un gran homenaje a Tele hubiera sido colocar ese brazo de madera en una vitrina y colgarla en la pared de la sala principal de mi casa, pero Uds. saben… Nada pesa más que la opinión de una esposa.

Lo que mi tía guardó de Tele, aparte de sus fotos uniformado de policía y un pequeño radio negro en el que oía interminables partidos de béisbol, fue un cuchillo de hoja corta y mango blanco que venía en una funda de cuero.

La segunda razón que tuve para escribir «El capitán Gangrena» tiene que ver con que quería contar una historia sobre un héroe capaz de superar todas las dificultades, incluso las que su propio cuerpo le planteaba. Esta intención no es nueva. La historia de la humanidad está llena de personajes ilustres, incluso de héroes nacionales, a los que les faltaron o les fallaron partes de sus cuerpos, y si no lo creen, piensen en Miguel de Cervantes, en el almirante Nelson, en el Mocho Hernández, en Valle Inclán, en Goya (que era sordo al igual que Beethoven), en Lord Byron, etcétera, etcétera, etcétera.

A mí me interesaba hablar sobre ese tipo de personajes, entre otras cosas porque se amoldaban a la leyenda que mi hermano y yo construimos alrededor de nuestro tío; leyenda que rezaba que se puede ser el hombre más hombre de todos los hombres, aún faltándote una parte de tu cuerpo, porque el verdadero valor no está en el físico sino en la voluntad.

«El Capitán Gangrena» es un pequeño monumento a los hombres de acción —reales o no— de todos los tiempos, ésos que no dudaban ni un segundo a la hora de defender su honor, el de su familia y su modo de vida con la justicia, con las manos o con las armas, lo que fuera menester.

Hombres así ya no quedan en este mundo real plagado de mequetrefes.


6 comentarios:

Rafael Osío Cabrices dijo...

Bueno, queda Mario Bellatín, el escritor mexicano, a quien le falta un brazo y anda con prótesis distintas, a cual más escandalosa, que encarga a un artista plástico. Cuando vino a Caracas contó que un día se había cansado de una de sus viejas prótesis, la tiró al Ganges (sí, al de la India, no la tiró a un río cualquiera) y decidió convertir sus prótesis en algo visible y comunicativo, elaborar un discurso con eso. Como un Tele pero consciente de sí.

Juan Carlos Chirinos dijo...

qué maravilla haber tenido un tío como Tele, vale. ¿Cómo no escribir sobre él?

SERGIO MÁRQUEZ dijo...

El Capitán Gangrena y su fiel escudero Muñoncito... sería una belleza... Gran historia broder. Acompaño la necesaria iniciativa del pulpo con sal gruesa y oliva. Abrazos.

Desde La Barra dijo...

El Capitán Gangrena...otra distopía a convertirse en el deleite de próximas generaciones...más explosiones broder, por favor!!!!

Anónimo dijo...

Roberto, sigue buscando la prótesis de Tele y cuélgala, aunque sea, en el cuartito de las herramientas.

Enrique Enriquez dijo...

Hay que estar siempre atento a las prótesis.

Que belleza de texto.